¿Qué es la Patria?

¿Qué es la Patria?

¿El Cabildo, la casa de Tucumán, la Bandera, el Escudo, la Escarapela?

¿Aquello que nos enseñaron en la escuela hace tantos años y que hoy les relatan a nuestros hijos?

¿El asado, los pastelitos, el locro, las empanadas?

¿Qué sería la Patria para los militares asesinos y golpistas que decían defenderla y honrarla?

¿Y para los que capitalizan los símbolos en provecho propio sectorial y partidista, se ubiquen en el lugar que se ubiquen en el amplio espectro de la izquierda a la derecha?

¿Cuándo decimos defender a la Patria, qué es lo que estamos defendiendo?

¿Qué significa para los que giran sus ganancias a paraísos fiscales, fuera de su tierra?

¿Si la Patria es el otro, yo soy Patria en tanto y en cuanto alguien me tenga en consideración? ¿Y si eso no sucede? ¿No formo parte de la Patria?

¿Se puede asociar la patria con el patriarcado? ¿Qué es la patria para las organizaciones que trabajan en este tema? ¿Y si hablamos de la madre patria entramos en contradicción?

Preguntas, y más preguntas se sucedieron desde la cero horas de este 25 de mayo, sin saber cuál fue el motivo desencadenante de este interrogatorio informal y nocturno que impide conciliar el sueño.

La definición que llega desde el diccionario me sabe a poco, es escasa, no cumple con las expectativas.

“La patria (del latín patrĭa, familia o clan) suele designar a lo que sería la tierra natal o adoptiva a la que un individuo se siente ligado por vínculos de diversa índole, como afectivos, culturales, históricos o lugar donde se nace”, reza Wikipedia.

No me alcanza, es insuficiente, tiene que significar algo más, nos llenamos el pecho hablando de ella para que esa magra respuesta colme mi curiosidad.

O quizá la hemos manoseado tanto a esa palabra que ya no queden rastros certeros de su significado, manoseada como tantas otras: libertad, derechos, obligaciones, democracia, respeto, igualdad, en fin.

Me resisto a pensar que la Patria es algo que me vincula a mí y solo a mí con un lugar, y a otra persona, y a otra, pero todos en relación directa e individual con esa misma tierra, con esta tierra.

No, Patria no puede ser solo eso, tiene que haber más, y sigo buscando definiciones.

Y en esa búsqueda encuentro esto que dijo Juan Bautista Pablo Forner en su ensayo Amor de la patria: el amor de una persona por su patria significa «amar su propia felicidad en la felicidad de aquella porción de hombres con quienes vive, con quienes se comunica, con quienes le ligan unas mismas leyes, unas mismas costumbres, unos mismos intereses y un vínculo de dependencia mutua, sin la cual no le sería posible existir».

Me gusta más, se acerca a lo que creo, pero me obliga a mirar en derredor y pensar si verdaderamente estamos vinculados de esa manera y la respuesta tampoco me satisface.

Es como si hubiera múltiples Patrias en una misma Patria, de hecho cuantas veces escuchamos la patria futbolera, la patria financiera…

Si segmento la Patria de acuerdo a mis intereses, políticos, militares, económicos, no hay una misma Patria para todos, no se ven reflejadas las proclamas de 1810, las acciones de 1813 por parte de la Asamblea, ni lo que resolvieron los congresistas en el jardín de la República.

Y vuelvo a la pregunta inicial ¿Qué es la Patria?

Me la imagino como un paraguas protector que por encima nuestro nos resguarda y nos contiene, nos unifica, nos relaciona, nos hermana, nos permite ser nosotros seres individuales integrando un todo colectivo.

¿Será eso? ¿Qué más será? ¿Estaremos cerca o lejos del objetivo? ¿Podremos alcanzarlo? ¿Nos pasamos de largo y no nos dimos cuenta?

El sol del 25 se va ocultando, y las sombras de la noche me dificultan encontrar el camino que me lleve a las respuestas. Pero no hay que abandonar la búsqueda. Mirando hacia atrás para no repetir errores y poner en valor lo que nos dejaron nuestros antecesores, hacia adelante para soñar un futuro que nos contenga a todos, de la mano con el que tenemos al lado.

Que la Patria, sea cual fuera el significado que pueda tener la palabra, algún día, más pronto que tarde, nos una de verdad.

Fernando Goyanes