Dirigentes o caudillos

Dirigentes o caudillos

Caudillo es un término empleado para referirse a un cabecilla o líder, ya sea político, militar o ideológico.  Aunque en un sentido amplio este término se utiliza para cualquier persona que haga de guía a otros, ​ hoy se le ha dado a la palabra caudillo, una cierta connotación política.

Los caudillos eran líderes que se habían destacado en los campos de batalla durante las guerras de independencia y que sumaron a su prestigio en las regiones en las cuales habitaban, de enormes extensiones. Este tipo de líderes no fueron exclusivos de Argentina, en muchos países se levantaron en un época determinada.

En la mayoría de los casos, los caudillos identificaban sus intereses materiales con los de su localidad o región e intentaban influir en la forma de organizar a los territorios donde ellos se desempeñaban. No solo luchaban por un ideal, sino que encarnaban una visión, al punto que ellos terminaban siendo la causa misma.  Generalmente, este tipo de líderes, provenían de familias comercialmente poderosas y había cierta incongruencia paradójica, porque eran adinerados, luchando por los más necesitados, pues en su discurso decían que  ellos peleaban contra los poderosos y ricos a favor de los débiles y pobres.

Este tipo de autoridades eran protegidas por algunos terratenientes adinerados, a cambio de otros favores. Exigían lealtad absoluta  y eran vistos como protectores y proveedores de trabajo, alimento y vivienda.  Los caudillos, ejercían una terrible y temible influencia sobre las milicias del lugar, los comerciantes y los pequeños e incipientes empresarios.

Estos fueron necesarios, aquellas eran épocas donde se requería que gente de carácter liderara el momento, además las poblaciones eran mínimas, la administración de los grandes centros no afectaba prácticamente en nada a los pequeños poblados y había circunstancias que exigían una decisión inmediata.

Los caudillos comenzaron a tener una palabra autorizada sobre casi todo lo que acontecía en las ciudades de influencia, como que empresas podían asentarse, que persona debía trabajar y en qué lugar.

En la actualidad existen algunas pequeñas similitudes, pero que no pasan desapercibidas, hoy la amistad o buena relación con un político determinado, concede un puesto laboral o comercial, no exactamente por la idoneidad del individuo, sino por la recomendación e influencia del político.

Los caudillos de ayer, han cobrado vida en los líderes populistas de hoy, prácticamente todo lo que es evidente, como lo privado que después se relaciona con lo público tiene influencia con el líder.  Ejemplos de estos caudillos, fueron o son, latinoamericanos como; Correa, Chavez, Fujimori, Ortega, entre otros, y por supuesto los de nuestra Argentina.   

El discurso de los caudillos crece y se nutre desde dos fuentes. El Desprestigio de cualquier oponente que amenace o compita contra su curso, a ellos les place afirmar que luchan contra los poderes hegemónicos o invasores, en sus palabras describen fantasmas ideológicos, administrativos o políticos a los cuales dicen que hay que combatir.

La otra vertiente de donde abastecen sus discursos son las promesas, a pesar de que la mayoría de ellas están directamente relacionadas con una realidad, sin embargo muchas son utópicas y sensacionalistas que entusiasman a las masas, porque esas promesas se encuadran en el viejo proverbio popular; Pan para hoy pero hambre para mañana.

Este tipo de administración no fue tan bueno, pero si necesario en un momento, hoy los pueblos y ciudades deben ser gobernados por poderes que se complementen y no que compitan entre sí, áreas administrativas que tengan verdadera independencia.

Que cualquier  director, gerente, supervisor, u  administrativo en cualquier institución o dependencia pueda contratar a quien le convenga sin la presión política, que las personas beneficiadas con algún recurso del estado, no tengan antes ni después que verse involucradas en acciones partidarias o  pagar con votos esas decisiones.

Los gobiernos unipersonales no son beneficiosos en casi nada, los países realmente libres, prósperos, estables y menos corruptos, son aquellos donde la democracia funciona en todos los órdenes, desde las grandes capitales hasta los pequeños poblados.

Aquellos donde los ciudadanos son realmente iguales ante la ley y donde todo habitante de ese lugar tiene posibilidades según su idoneidad y no según su activismo político.

La única manera de ser un país realmente serio, es que la democracia deje de ser un Cliché, para ser una realidad constante.