La subjetividad mediatizada

La subjetividad mediatizada

El invitado le planteó una duda al conductor del programa.

En medio de la entrevista le dijo “¿Vos podés ver el fútbol por fuera de la subjetividad boquense?”

El conductor quedó por unos instantes mirando a la nada y negó moviendo la cabeza. Así, Darío Sztajnszrajber lo iluminó a Alejandro Fantino, y a los televidentes, sobre una cuestión crucial en la forma en que todas las personas abordamos los hechos que se dan cotidianamente.

Siguiendo con la argumentación, el invitado fue por más y le planteó otra pregunta: “¿quién puede ver un partido de fútbol objetivamente?” Esta vez no esperó que Fantino respondiera. Lo hizo él mismo “nadie”. Y ejemplificó: “yo miro Patronato contra Belgrano pensando en cuál resultado conviene más para que Gimnasia se vaya al descenso” (cabe recordar que Sztajnszrajber es hincha fanático de Estudiantes y un confeso bilardista).

Hace pocos días se cerró la llave que depositó a River en la final de la Libertadores. Tanto el partido de ida como el de vuelta, fueron atractivos no solo para los hinchas y simpatizantes de los dos equipos implicados, sino para una amplitud mayor de seguidores del fútbol como deporte.

Además de la subjetividad que planteaba Sztajnszrajber, frente al hecho de la competencia también aparece otro condimento: la mediatización.

Este fenómeno, no solo entendido desde el aspecto formal estructural (cámaras, micrófonos, televisor, etc.) sino también desde la capacidad de realizar una selección de ese hecho y de los discursos que motivan tal acontecimiento. En otras palabras, hay una masa de personas que asisten directamente al partido que son impactados (si se quiere) por las acciones del juego en forma directa. Y hay otra masa mayor que vive las mismas acciones pero mediatizadas, segmentadas, seleccionadas y acompañadas por un discurso de lo que está aconteciendo. Y esto provoca una carga ideológica muy peligrosa.

Visto de este modo, para los integrantes de la masa que ve el partido in situ una acción trivial del juego, como una sucesión de toques en el mediocampo –por ejemplo- puede despertar cierta admiración, emoción, temor, ansiedad, etc. teniendo en cuenta esa subjetividad compartida en las tribunas. Pero para la gran masa, la que sigue las acciones detrás de esa mediatización mencionada, la misma secuencia de toques puede ser “extraordinaria”, algo “fuera de lo común”. Es decir, ser exageradamente reproducida (desde diferentes cámaras, ángulos, en velocidad lenta, etc.) y decorada con un racimo de elogios intencionados.

¿Qué pasa, entonces, con lo que realmente ocurre en un partido si la visión de los primeros es limitada al sector desde donde se ubican en las tribunas y la experiencia de los segundos tiene tanto componente añadido? ¿Cómo evitar que la subjetividad de los que mediatizan el evento no incida sobre la subjetividad de aquellos que lo reciben a través de los medios?

Sin duda, como humanos, se nos hace difícil sortear tal cuestión. En cuanto a los que analizan partidos, se vuelve un encono a la hora de definir con precisión no solo los hechos, sino las virtudes y los errores que se dan durante los encuentros.

Para citar un ejemplo del último clásico: si Boca buscaba directamente a su delantero más avanzado y la pelota volvía rápidamente a ser manejada por River, se criticaba al equipo xeneize, con comentarios que -por un lado- hacían referencia a la falta de variantes de ataque del equipo de Alfaro y, por otro lado, exaltaba a River como antagonista, teniendo en cuenta momentos del mismo partido o, incluso, por lo realizado en partidos anteriores en donde mostró una resolución diferente.

Todo esto acompañado por imágenes en cámara lenta de jugadores de Boca perdiendo la pelota, reclamándose entre ellos, o de los hinchas sufriendo en las tribunas. ¿Cómo puede la subjetividad del televidente quedar indemne ante esta interpretación tan intencionada de lo que está aconteciendo?

Todo esto nos lleva a pensar que se buscan y sostienen subjetividades que apuntalen una sola referencia de análisis y lleven adelante la tarea de medir a los modelos de juego de los diferentes equipos desde una estructura rígida, definida por una especie de “juego asociado” con presión en determinados sectores de la cancha (“alta” o “intensa”, como repiten muchos) de manera tal que toda forma de juego que queda alejada de esos parámetros pasa a ser considerada inferior, de menos recursos, de falto de variantes, etc. Ahí es donde la subjetividad de aquellos que mediatizan los acontecimientos hace mella en la de los televidentes, oyentes, lectores, etc. consiguiendo una normatización discursiva, peligrosa, que puede llevar a malinterpretar la realidad. Más teniendo en cuenta que se están refiriendo al fútbol, disciplina en la que nadie tiene la verdad.

¡Hasta la próxima!