La medida de los demás

La medida de los demás

La chicharra sonó y la victoria del equipo se volvió estadística. La Selección Argentina de básquet accedió a una final mundial después de mucho tiempo. La alegría por el triunfo ante Francia fue tan grande que desbordó en lágrimas a los protagonistas. Y el hinchismo se apoderó de las redes (dónde más) para dejar constancia del orgullo de tener un equipo que nos represente así. Aprovechándose del 80 a 66 final, una atmósfera embriagante entramó, como siempre, otra crítica por elevación al fútbol: que los valores, que la formación, que la disciplina y varias expresiones más. Si hasta el presidente se subió a la ola triunfalista: “ejemplo de esfuerzo y dedicación para todos”, tuiteó. Días después llegó España y listo. Un subcampeonato que, también, sirvió para atacar al fútbol. Gracias al básquet –ahora– sabemos que las medallas que no son doradas, también “se ganan”. Y que en el planeta quedan equipos que son “mejores” que nosotros. Como España, y así lo aceptamos. Nada de arbitraje tendencioso, ni de fixture desfavorable, ni de cosas oscuras en la Federación Internacional que organizó el Mundial, ni alguno de los llantos que emergen cada vez que el fútbol consigue lo mismo.

Ahora, luego de unos días de descanso, el hinchismo nacional volvió a la carga. Otra vez una cita mundialista, otra vez un deporte que pregona muchos “valores”, y otra vez la derrota “por poco”. Francia fue el primer rival de Los Pumas en el Mundial de Japón. Pero, a diferencia de lo ocurrido con la pelota naranja, esta vez el poderío galo se impuso al entusiasmo nacional por ¡dos puntos! Derrota ajustadísima, “dignísima”. Y, como en nuestro país parece que los márgenes estrechos generan suspicacias, después del partido “pasaron cosas”: se produjo una tángana entre jugadores de ambos equipos y un cuestionamiento al árbitro australiano Angus Gardner por parte de los argentinos. ¡Epa! ¿Reclamos arbitrales de argentinos? pero ¿en el rugby? Sí. El deporte que tiene un respeto casi metafísico por los hombres del silbato y que cuenta con el uso de una gran artillería tecnológica para evitar “injusticias”, por estas horas se ve envuelto en una situación que no les gusta tanto. La incomodidad no es por una derrota más digna que las últimas “derrotas-dignas” (contra Francia y por dos puntos, puede perder cualquiera…) ni tampoco haber sufrido las decisiones de un árbitro que actuó tan humanamente, como pasa en el fútbol. Sino que lo que le molesta al rugby nacional, a los que lo juegan, a los que lo siguen y a los que lo usan de deporte ejemplar, es identificarse en una situación tan futbolera como la que se dio después del debut mundialista. Enfada asemejarse en algo al primo del que se separó hace cientos de años. Porque hoy, más que nunca, de esa distancia, hacen una cuestión de identidad los rugbiers. Entonces encontrarse con la realidad de tener un director técnico –perdón- un head coach, que declara en contra de la actuación de un árbitro en un Mundial sabe a lágrimas que derraman los cultores del cuero redondo. Es cierto que, antes, Mario Ledesma justificó la derrota en un mal desempeño del combinado nacional en la primera mitad del encuentro. Pero cuando pudo, tampoco esquivó la oportunidad de demostrarse más humano, más argentino, ¿más futbolero? a la hora del hablar del australiano que arbitró.

Pero, reconociendo el desempeño memorable del seleccionado de básquet en China e ignorando el camino que le espera a Los Pumas en Japón, llama la atención como todo lo que tiene que ver con estas dos disciplinas, y con otras como el hockey, el handball o el vóley, siempre deja “palos” para el fútbol. Hay un grupo de entusiastas, aficionados o practicantes a esos deportes que, en el momento de resaltar algo, habitualmente lo hacen comparándolo con el fútbol. Entonces, cabe pensar que, para muchos, la medida de todos los deportes en nuestro país es el fútbol, parafraseando a Protágoras quien puso al hombre como centro de toda medida.

No es algo casual que en Argentina el fútbol genere identificación y rechazo por partes iguales. Hay razones de tipo históricas, sociológicas y culturales para encontrar la explicación a la adopción del fútbol como deporte insignia por parte de nuestra sociedad. Ahondar en las mismas no es el objetivo de estas líneas. Lo que sí buscamos con estas palabras es reflexionar sobre el por qué lo que se destaca en el fútbol suena a hipocresía competitiva mientras que si lo hace en otros deportes es tomado como algo fundacional. ¿Hay más cosas destacables, ejemplares, “civilizadoras”, en el softbol, o en el wáter polo, que en el deporte principal que tiene el país? Y no se la agarren conmigo los seguidores de esos deportes. Los menciono a modo de ejemplo, para demostrar que hay algo que subyace en la crítica hacia el fútbol. Es lógico que lo popular y masivo genere desprecio. Especialmente en estos tiempos donde se lo asocia con el mal absoluto que nos arrecia cual plaga bíblica. Pero llama realmente la atención esta situación particular. Es indudable la responsabilidad de quienes difunden deporte (el periodismo, dirigentes, ex deportistas, algunos referentes y demás). En el discurso tornadizo que tienen. Con argumentos exitistas, logran una construcción discursiva que reviste de un halo pulcro a disciplinas que, en definitiva, tienen tanto de visceral y de “argentino” como el fútbol.

¡Hasta la próxima!

Jerónimo Vázquez

 Foto: Twitter @CABB