Justicia por todas; Justicia por Sole

Justicia por todas; Justicia por Sole

Por Pablo Ferro

 

¿Quién era Soledad Burgos?

Una mujer de 36 años, madre de Sol Milagros, de Iván, de Pamela, de Dylan. La hija de Norma. La hermana de Mabel, de Paula. Trabajadora de maestranza en las escuelas de nuestra ciudad. Vecina de El Calafate.

Hay un libro de Unamuno que se titula El Sentimiento trágico de la vida. Si hubo una vida trágica fue la de Soledad.

Trágica de punta a punta, signada por el dolor y la violencia. Durante el juicio oral llevado a cabo en las instalaciones del Honorable Concejo Deliberante local, la señora Norma Costa, a cargo de niñez y familia confirmó con precisas palabras el drama de su vida.

Dijo que Soledad sufrió violencia intrafamiliar, violencia de sus parejas golpeadoras, sufrió violencia psicológica, sufrió violencia económica. Palabras de Norma Costa. Hizo lo que pudo como madre, trató de hacerse cargo desde la vulnerabilidad absoluta.

A los 36 años, en una vereda del barrio noventa viviendas de nuestra ciudad de El Calafate, pasadas las cinco y media de la mañana, murió Soledad Burgos, en brazos de su hermano Andrés, desangrada, tras recibir doce puñaladas y un cúmulo de golpes.

Estaba festejando el cumpleaños de su madre. Es difícil imaginar un final más trágico que el trágico final de Soledad. No se lo desearíamos a nadie. Sin duda.

Soledad, esa madrugada y la noche anterior, había bebido. Tenía derecho, estaba festejando un cumpleaños; 1.35 g/l de alcohol en sangre, según consta en el informe toxicológico que obra en el expediente. Es una cantidad importante.

Pero además Soledad necesitaba lentes. No los usaba por razones estéticas. Sufría de miopía degenerativa, no veía con claridad a menos de un metro. Indudablemente Soledad en ese estado de ebriedad, con escasa capacidad de reacción y dificultad en la vista no constituía un riesgo para nadie.

No hubo riña, no hubo legítima defensa. ¿A quién podía lastimar Soledad en esas condiciones? Todo lo contrario, fue la víctima perfecta. Nuevamente: absolutamente vulnerable.

Y aquí cabe otra aclaración que consideramos relevante. A pesar de Borges el destino no se cifra en el nombre. Los apellidos no son imputables. Se habló muchas veces durante el juicio de LOS ZÚÑIGA y de LOS BURGOS. Montescos y Capuletos.

No se condenó por portación de apellidos. Y la víctima no deja de ser víctima por su nombre. Las familias como entidades metafísicas, como realidades sociales, no pueden cometer delitos en el derecho argentino. Las personas sí.

Tres personas dieron muerte a Soledad Burgos. Ha sido esa la sentencia de la Cámara, que condenó a René Eladio Zúñiga y Luis Eladio Zúñiga a prisión perpetua por el homicidio calificado por ser cometido por alevosía, y a Verónica Zúñiga a 12 años de prisión por considerarla partícipe secundaria del homicidio. He ahí a los culpables, después de un justo juicio.

No hubo venganza. Hubo justicia.

Lo relevante para todos nosotros, es, quizá, que ninguna madre, ninguna hermana, ninguna amiga, ninguna hija, puede ni debe ser masacrada en las calles de nuestra ciudad impunemente.

Que los culpables pagan. Pero pagan en las cárceles, con el debido juicio y sin venganzas privadas. Si esa lección no se aprende, habrá muchas otras Soledades por El Calafate.

Descanse en paz, Sole.