Día del periodista: Que no acallen sus voces

Día del periodista: Que no acallen sus voces

“Si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria”. Mariano Moreno.

Los tiempos sin lugar a dudas cambian, las formas de ejercer la profesión también. Nuevas plataformas se sumaron a los medios tradicionales, cambiaron los hábitos del público, hoy más segmentado y denominado como audiencia, pero la esencia del periodismo será siempre la misma.

Cuando surgió la televisión auguraron la desaparición de la radio, pero no fue así. La explosión del cine parecía que iba a terminar con la TV, y tampoco ocurrió. En el reciente apagón de España el viejo receptor a pilas logró un protagonismo que le había sido arrebatado y pasó a ser parte de los insumos indispensables de todo kit de supervivencia que se precie.

La televisión como aparato permanece vigente pero ahora con plataformas que nos permiten manejar a nuestro gusto y tiempo disponible el placer de ver algo en su pantalla.

Con los celulares y el avance de las nuevas tecnologías y soportes, el gusto de las audiencias fue migrando y ganaron peso los influencers y aquellos que nos informan rápidamente porque nuestro tiempo es cada vez menos y queremos todo ya aunque la hora dure lo mismo que antes, sesenta minutos.

Pero cuando queremos informarnos de verdad, la mayoría de las veces caemos en los medios tradicionales o al menos, en los periodistas que ejercen a conciencia su profesión, lo hagan a través de la herramienta con que lo hagan.

Una prueba de ello es cuando en ocasiones los jóvenes dialogan con sus padres acerca de algo que vieron en las redes y estos les señalan que eso es falso. ¿Cómo lo saben? Porque lo corroboran con información periodística convencional.

Las redes han democratizado la posibilidad de expresarse y cambiaron la forma de comunicar, ya no hay un emisor y un receptor, se ha creado una ruta de ida y vuelta permanente, con múltiples interacciones.

Pero también ha permitido la proliferación de noticias falsas que un público apresurado por consumir puede dar por certeras y multiplicar sus efectos nocivos cuando las comparte.

En esa vorágine de bombardeo informativo el periodista de raza mantiene sus métodos y sus formas, el principal capital de quienes ejercen esta profesión es su credibilidad, y esta se construye mediante el chequeo de la información por varias fuentes, el respeto a la ética profesional y la certeza de que aquello que transmite fue corroborado con antelación.

Obviamente que se pueden equivocar y ha sucedido, pero equivocarse no es actuar con mala intención, aunque los hay que han bastardeado las premisas esenciales para ponerse al servicio de intereses que no son los de su audiencia sino de aquellos que financian su actividad.

Hay informadores que son atacados sistemáticamente desde el poder, sea cual sea el partido político que lo ejerza, porque la función específica del periodista, como lo repite siempre Jorge Halperín, es contar aquello que los poderosos de cualquier ámbito no quieren que se sepa, es echar luz sobre la oscuridad, y eso molesta. No se refutan esos dichos o escritos con argumentos, se emplean descalificaciones.

Un periodista tiene nombre y apellido, trabaja para un medio o lo hace de manera independiente, se lo conoce y se lo puede llegado el caso, confrontar en sus dichos, pero las redes están plagadas de anónimos o referentes cuyo único objetivo es favorecer los intereses de aquellos que les pagan, lo vimos en elecciones de los Estados Unidos y recientemente en la contienda sostenida en CABA para legisladores.

Ejercer nuestros derechos requiere previamente de información confiable que nos permita sostener nuestras ideas con fundamento, y aunque muchos pretendan desautorizarlos o silenciarlos, los periodistas constituyen una buena opción para alcanzar el objetivo.

No dejes que acallen sus voces con amenazas, dinero o extremismos ideológicos, para que no suceda eso que Mariano Moreno señalara con tanta claridad hace más de doscientos años.

Fernando Goyanes